Una impoluta sala blanca con multitud de espejos. Una llamada a la serenidad, pero también cuestionando la realidad misma. Karl Lagerfeld nos invitó durante la semana de la moda parisina a hacer una mirada hacia el pasado basando su nueva colección en la misma creadora y musa por excelencia de la marca: Coco Chanel.
La colección otoño-invierno de Chanel es puramente pragmática: prendas tweed, lana y cuero perfectas para combatir el frío. Sombreros, botas altas y trajes chaqueta como los llevó la diseñadora por excelencia, pero adaptados a los colores de la temporada, como el morado y el fucsia. Los estampados eran serenos y el tejido vaquero fue la más sorprendente incorporación a un desfile de lo más formal.
Los complementos fueron, indudablemente, los reyes de la colección: grandes y numerosas perlas, sombreros, cinturones y joyas fantasía y grandes guantes de cuero.
La chica Chanel para la próxima temporada de más frío es elegante, recargada y no tiende a sobre exponerse. Las faldas son tupidas y largas, como las botas, primando el vestir bien al mostrar piel o sentirse incómodo.
Los modelos más atrevidos llegaron hacia el final de la pasarela, vestidos de colores blanco o negros, eran el toque juvenil que le había faltado a la primera parte del espectáculo. Sin embargo, adornados también con numerosos complementos como perlas y brillantes.
Pese a la sobriedad de los vestidos, el maquillaje y el cabello de las modelos era muy sencillo y natural, lo que les concedía una modernización de los antiguos modelos basados en la reina de Chanel.
Artículo de Irmina Merino Vidal para TrendsMag.